Hace unos días en un formación descubrí el excelente trabajo de Carme Timoneda, a nivel de neurociencia y donde queda claramente reflejada la importancia de la educación de las emociones.
En uno de sus artículos indica que "el lenguaje gestual es el vehículo de expresión del estado emocional y el sentir desencadena respuestas incontroladas por la voluntad consciente. Por ejemplo, si digo: “Estoy bien”, pero con una “cara de sufrimiento” de la que no me percato, por cierto, es evidente que mi estado anímico está siendo expresado fielmente por el lenguaje corporal."
CONDUCTAS EMOCIONALES: ¿DE QUÉ SE TRATA?
C Timoneda Gallart, F Pérez-Álvarez
Unitat NeuroPsicoPedagogia. Hospital Trueta de Girona PsicoPedagogia. UdG
RESUMEN
Introducción. Con la aportación de una casuística personal, presentamos el Modelo de Diagnóstico – Intervención, en su procedimiento emocional, que practicamos en la Unitat de NeuroPsicoPedagogía del Hospital Dr J Trueta, fruto de la colaboración entre la Universitat de Girona y el Servei Català de la Salut. Material y método. La casuística consta de 83 casos, atendidos por demandas muy diversas: psicosomatismos, problemas de aprendizaje y lenguaje, hiperactividad con y sin defecto atencional y otras. El método de investigación ha sido el método cualitativo tipo análisis de casos. El procedimiento, el propio del Modelo Humanista – Estratégico. Discusión y conclusiones. Desde un punto de vista neuropsicológico, es conducta cualquier acto puesto en acción por un ser humano, independientemente de
cual sea éste. La manifestación de una conducta no es algo exclusivo de las personas, cognitivamente, normales sino, también, es algo propio de quienes son “catalogados” de discapacitación para el aprendizaje, “enfermos emocionales”, retardados mentales, “disminuidos” físicos y sensoriales.
Cualquier conducta tiene el soporte de unos circuitos neurológicos que sirven de base a las dos funciones mentales que sustentan las conductas, a saber, la función cognitiva y la función emocional, pero con la particularidad de que lo emocional tiene prioridad sobre lo cognitivo. En lo cognitivo, utilizamos la Teoría PASS de la inteligencia y, en lo emocional, la Teoría de los Comportamientos Enmascaradores de defensa y protección frente a la sensación de peligro. Ambas teorías están fundamentadas en explicaciones
neurológicas. En base a estos conceptos, el procedimiento utiliza técnicas de comunicación indirecta dedicando especial atención a la comunicación gestual o corporal que es el vehículo comunicador de las emociones.
INTRODUCCIÓN
Desde un punto de vista neuropsicológico, debe considerarse una conducta cualquier acto puesto en acción por un ser humano, independientemente de cual sea éste. Por consiguiente, son conductas aspectos muy diversos como aprender, hablar, escribir, pasear, correr, estar atento/a, ser tolerante, estar motivado/a, etc. Por otra parte, comportarse en forma de una conducta no es algo exclusivo de las personas, cognitivamente, normales sino, también, es una característica de quienes son “catalogados” de discapacitación para el aprendizaje, “enfermos emocionales”, retardados mentales, “disminuidos” físicos y sensoriales. Cualquier conducta, así entendida, ocurre porque funcionan unos circuitos neurológicos. A efectos prácticos, atendiendo al Modelo que practicamos, cualquier conducta obedece a dos funciones neurológicas, la cognitiva y la emocional, pudiéndose intervenir sobre ambas con eficacia; pero, con la particularidad, de que la intervención ha de ser simultánea y teniendo presente el principio según el cual lo prioritario es lo emocional. En lo cognitivo, utilizamos la Teoría PASS de la inteligencia (Das y cols.1979, 1994, 1996, 1997, 1998) y en lo emocional, la Teoría de los Comportamientos Enmascaradores de defensa y protección frente a la sensación de peligro (Timoneda y Pérez-Álvarez, 1997; Pérez-Álvarez y
Timoneda, 1998a, 1999h).
Esta comunicación tiene por objeto divulgar la Teoría de los Comportamientos Enmascaradores según los conceptos conocidos del procesamiento neurológico de la sensación de peligro que utiliza nuestro grupo de trabajo ubicado en la Unitat de NeuroPsicoPedagogia del Hospital Univesitari Dr J Trueta de Girona, gracias a la colaboración entre la Universitat de Girona y el Servei Català de Salut, desde el año 1993, a propósito de los resultados obtenidos con una muestra amplia que incluye conductas muy diversas en personas con muy diverso grado de nivel cognitivo. Esta aportación forma parte de nuestra experiencia personal ( Timoneda y Pérez-Álvarez, 1994a, b, 1995a, b, c, d, e, 1996, 1997; Pérez-Álvarez y Timoneda, 1995, 1996a, b, 1997, 1998b, 1999a, b, c, d, e, f, g).
MATERIAL Y MÉTODO
La muestra está constituida por personas, de edades entre 4 y 18 años, de ambos sexos, 83 casos en total, cuyas demandas fueron, por orden de frecuencia: cefaleas, problemas de lenguaje y aprendizaje, hiperactividad con y sin defecto atencional, pseudo-epilepsia, parálisis, ambliopía, y otras. La hipótesis de trabajo consistía en el enunciado, según el cual, todas las conductas pueden explicarse por razones neuropsicológicas en términos de circuitos neurológicos anatomo – funcionales que explican, a su vez, la función cognitiva – Teoría PASS – y la función emocional, tal como la entendemos – Teoría de los Comportamientos Enmascaradores de defensa -. Por lo tanto se trataba de comprobar si un procedimiento basado en este principio se mostraría eficaz en el diagnóstico – intervención de las conductas, independientemente de la edad y tipo de conducta.
Se utilizó investigación cualitativa en forma de análisis de casos. Se aplicó el procedimiento de diagnóstico – intervención practicado en nuestra Unidad, ya, publicado previamente (Timoneda y Pérez-Álvarez 1997; Pérez-Álvarez 1998a), a razón de una sesión por semana. No se empleó recurso alguno medicamentoso. La conducta enmascaradora es definida como un patrón conductual puesto en acción, con la finalidad de obtener analgesia psíquica, cuyo diagnóstico de sospecha se basa en la incongruencia entre lenguaje verbal y gestual o entre la conducta y las razones argumentadas. El registro de datos consistió, en lo cognitivo, en los resultados del DN: CAS – batería para la valoración de los procesamientos PASS – y en la información
concerniente al rendimiento escolar, facilitada mediante entrevista con el/la maestro/a. En lo emocional, se registraba la información de las conductas verbales y gestuales puestas en acción en las entrevistas. Se consideró éxito, en lo emocional, la mejora o desaparición de las conductas enmascaradoras, en particular, la que representaba el motivo de la demanda. Para evitar, al máximo posible, sesgos en la investigación, se recurrió al registro en vídeo.
Cada entrevista es transcrita por el mismo profesional que la lleva a cabo. Cada caso es sometido a un análisis de contraste por un grupo de expertos, siempre los mismos, en una sesión clínica. Se efectuó un protocolo al objeto de excluir cualquier patología orgánica no “comorbilidad”.
RESULTADOS
Todos los casos respondieron al procedimiento, en lo emocional, según el criterio de éxito definido, siendo de destacar el tiempo medio requerido para la consecución de un “cambio significativo”, en comparación con otros procedimientos. El tiempo medio requerido fue de 16 semanas +/- 2 semanas.
Es de destacar que la respuesta, en lo emocional, tenga lugar, incluso en casos con “limitación” cognitiva o intelectual, por ejemplo, síndrome de Williams. Se entiende que el resultado cognitivo – mejora en el rendimiento intelectual – luego de una intervención cognitiva – ejercicios prácticos para entrenamiento cognitivo PASS – esté condicionado por la “capacidad” cognitiva, en términos de potencial o dotación cognitiva. Ahora bien, el resultado emocional, luego de una intervención emocional no depende, como magnitud directamente proporcional, de la capacidad intelectiva aunque sí depende en tanto la intervención se basa en la comunicación de mensajes y la comprensión intelectual de los mismos. Ello es atribuible a que la comunicación emocional – sentimientos – es posible y más efectiva en forma de lenguaje corporal y el procedimiento utiliza el lenguaje corporal. Lo emocional es sentir y no es comprender.
El procedimiento puede considerarse fiable en el sentido de ser consistente porque da resultado cada vez que se aplica por un profesional adecuadamente formado, en grado de frecuencia que se puede considerar significativo. El número de casos analizados confiere suficiente validez ya que el resultado por azar debe ser estadísticamente excluido, teniendo presente el porcentaje de éxito. Por otra parte, el efecto placebo como responsable del éxito ha de excluirse a menos que el lenguaje verbal y corporal, por sí mismos, sean un placebo. Se puede considerar, asimismo, “estandarizado “, reuniendo características de “consistencia interna” lo que ha de explicarse porque está basado en el mecanismo neuropsicológico que explica las conductas de los seres humanos, lo que es diferente de los procedimientos basados en técnicas de modificación de conducta. Estas características hacen posible la realización de estudios comparativos lo que es un requisito científico deseable.
DISCUSIÓN
Cada conducta implica una actividad neuronal que, a efectos prácticos en nuestro procedimiento, desglosamos en cognitiva y emocional. Podemos diagnosticar y tratar ambas actividades, actuando sobre las mismas. Cualquier conducta problemática es abordable con esta perspectiva. En lo cognitivo, utilizamos la Teoría PASS de la inteligencia que entiende la cognición como procesamiento neurológico central, a saber, planificación, atención, simultáneo y secuencial ( Das y cols. 1979, 1994, 1996, 1997, 1998). La información puede entrar secuencialmente y ser procesada en forma simultánea y viceversa. Lo mismo vale para la salida de información, verbal o no-verbal. El secuencial es más primitivo que el simultáneo y éste lo es más que la planificación. De hecho, esta filogenia se repite en la ontogenia de los seres humanos, de forma que la planificación es el procesamiento de desarrollo más tardío. La terminología empleada para referirse, en la literatura científica sobre el tema, a procesamiento de la información adolece de una carencia de una idea o concepto común lo que hace que no siempre se esté expresando lo mismo.
Términos como discriminación auditiva, procesamiento auditivo, lenguaje receptivo, lenguaje expresivo, memoria secuencial auditiva, memoria secuencial visual, percepción visual, organización espacial, memoria a corto plazo y memoria a largo plazo, entre otros, pueden explicarse en términos de planificación, atención, secuencial y simultáneo PASS. La memorización es una actividad cognitiva que implica la actividad de los procesamientos PASS pero el procesamiento cognitivo no es memorización.
Si diagnosticamos una deficiencia cognitiva, intervenimos cognitivamente mediante un programa, basado en el PASS, para mejorar un procesamiento deficiente o/y “enseñar” a utilizar los mejores procesamientos en las diferentes tareas de aprendizaje. Los programas PASS funcionan inductivamente, desde la experiencia a la generalización, facilitando la transferencia e internalización de los principios. El diagnóstico – intervención PASS tiene presente el procesamiento emocional. Cuando diagnosticamos e intervenimos, en lo emocional, también nos servimos de los conceptos PASS porque se trata de comunicarse ideas o conceptos que exigen la puesta en acción de la comprensión cognitiva. Las creencias fundamento de los comportamientos implican un acto cognitivo.
El diagnóstico – intervención emocional se basa en la comunicación de ideas o conceptos – cognición – pero, básicamente, del sentir emocional. Tenemos los humanos dos maneras de comunicar: lo verbal y lo gestual. El lenguaje oral es propio del, nace en el tiempo con, el neocórtex cerebral depositario de las funciones cognitivas más elevadas. Por tanto, el verbo es el vehículo de las ideas y conceptos. El lenguaje gestual que acompaña, también, al lenguaje oral, tono de voz, intensidad, velocidad, modulación, pausas, gesticulación, es propio de estructuras neurológicas no-neocorticales que son depositarias de las funciones no-cognitivas, entre ellas, la función “sensorial” del sentir emocional.
Este lenguaje nace en el tiempo de los seres vivos con el inicio de la vida. El lenguaje gestual es el vehículo de expresión del estado emocional y el sentir desencadena respuestas incontroladas por la voluntad consciente. Por ejemplo, si digo: “Estoy bien”, pero con una “cara de sufrimiento” de la que no me percato, por cierto, es evidente que mi estado anímico está siendo expresado fielmente por el lenguaje corporal.
El procedimiento que utilizamos entiende que las conductas voluntarias - no actos automáticos o reflejos o involuntarios - todas sin distinción, son consecuencia de las creencias o convicciones. Ahora bien, existen conductas sólo aparentemente voluntarias, entendido el acto de voluntad como el resultado de una decisión libre no condicionada. Son las conductas enmascaradoras puestas en acción de manera inconsciente en su motivación original. La teoría dice que si se experimenta dolor psíquico, entonces, se procesa neurológicamente de forma inconsciente como dolor físico, esto es, como peligro. La sensación de peligro es lo mismo que inseguridad. Un cúmulo de experiencias dolorosas determina una identidad personal insegura. La identidad personal insegura es la condición necesaria y suficiente para que una experiencia dolorosa nueva, añadida, desencadene la puesta en acción de conductas enmascaradoras de defensa. Ante el peligro, el sistema nervioso central pone en acción respuestas automáticas, reflejas, no controladas por la
conciencia porque resultan ser más eficaces por precisión y esto es lo que interesa en caso de peligro. La conducta ante el peligro es una conducta analgésica, “sentirse mejor, con más seguridad” y por ello la conducta enmascaradora persigue llamar la atención sobre sí porque el “estar por mí significa seguridad”. Esta analgesia nunca es completa por lo que dependiendo del grado de eficacia de la misma – grado de compensación -, la conducta enmascaradora muestra incongruencia verbal – gestual. Por ejemplo, “estoy bien” – manifestación verbal – pero con “cara de sufrimiento” – manifestación gestual. Puesta en acción la respuesta en forma de conducta verbal o/y gestual, entonces, es detectada por la conciencia y para que tenga sentido, sea comprensible, y no sea detenida por la perplejidad se requiere que sea explicable lógicamente. Entonces ocurre un fenómeno consistente en que la razón consciente aplica razones lógicas basadas en creencias aprendidas. O dicho de otra manera, la conducta puesta en acción es una conducta que es explicable por la persona protagonista de la misma sobre la base de las creencias aprendidas. Este mecanismo no es perfecto, como pasa con la analgesia, y ocurre que las razones argumentadas para explicar la conducta acaban resultando incongruentes. El procesamiento neurológico que hace posible la conducta enmascaradora ocurre de forma inconsciente por lo que el móvil inconsciente es el dolor emocional en tanto que los móviles conscientes son las razones argumentadas por el consciente que solamente es espectador de la conducta. La conducta en cuestión aparece como un disfraz enmascarador que engaña involuntariamente a uno mismo y los demás. De esta concepción se infiere que nuestra comunicación ha de evitar transmitir dolor emocional porque de ser así provocaremos conductas enmascaradoras de defensa que impedirán un pensamiento razonador no-deformado con lo que el diálogo de opiniones e ideas resultará infructuoso. Por ello utilizamos técnicas de comunicación indirecta. El pensamiento razonador no-deformado es aquel que permite la aplicación del juicio racional basado en la deliberación, acorde con el código de valores, para llegar a conclusiones que acaban en una toma de decisión madura. La toma de decisión y la solución por tanto queda en manos del/de la protagonista de la conducta problemática lo que convierte al terapeuta en un mediador que no da “instrucciones directas” desempeñando el papel de “ayudar pero no salvar”. Como la deliberación se basa en valores y los valores son creencias o convicciones, vale decir que el diagnóstico – intervención se basa en el contraste dialogado de esos valores o convicciones o creencias. Por consiguiente se trata de aplicar las creencias sin deformación o cambiar las creencias.
Al igual que existe un procesamiento cognitivo con unos fundamentos neuropsicológicos – los propios de la Teoría PASS en nuestro caso – también existe un procesamiento neurológico central de la emoción o sentimiento como sensación de sentir. Del procesamiento neurológico del sentir emocional, conocemos hoy día, desde fechas recientes, el procesamiento de la sensación de peligro con sus conductas de miedo. Y lo que sabemos es que las conductas de defensa – conductas de miedo – son procesadas y puestas en acción inconscientemente – territorios neurológicos sub-neocorticales - y que la conciencia – territorios neurológicos neocorticales – adaptan su funcionamiento al funcionamiento de las estructuras sub-neocorticales. Esta adaptación consiste en “hacer lo más conveniente para la seguridad” porque está en juego la supervivencia.
Tres aspectos básicos deben demostrarse para sustentar la Teoría de los Comportamientos Enmascaradores: Uno, el procesamiento inconsciente con supeditación del procesamiento consciente al inconsciente; dos, el hecho de que el dolor físico y psíquico no es discriminado por el sistema nervioso central
y, tres, que el procesamiento consciente, como parte de las conductas enmascaradoras, aplica razones irreales basadas en creencias aprendidas.
Estos tres puntos pueden completarse con un cuarto que es que los comportamientos de defensa son resistentes al olvido como garantía de seguridad.
El procesamiento de la sensación de peligro sustentado por unos circuitos neurológicos determinados cuyo funcionamiento es hoy conocido explica racionalmente con base neurológica la puesta en acción de las conductas enmascaradoras de defensa ante el peligro; explica, por tanto, el punto uno. El hecho de que dolor psíquico y dolor físico son interpretados, neurológicamente, como la misma entidad, esto es, como peligro está, también, demostrado desde fechas recientes y explica el punto dos. El tercer punto o aspecto queda demostrado, neurológicamente, con la experiencia del cerebro dividido. Y el cuarto punto queda demostrado en pruebas experimentales que comprueban la perdurabilidad en el tiempo de la memorización inconsciente o implícita de las conductas de defensa.
En la década de los 70, Gazzaniga y LeDoux aportaron su experiencia con una caso en humanos de desconexión interhemisférica; es decir, sin comunicación cortical interhemisférica. Ocurría que se hacía llegar información a un hemisferio y contestaba el otro hemisferio. Ello probaba un procesamiento subcortical. Pero, además, la respuesta tenía la característica de que si la información proporcionada tenía “carga emocional”, se daba una respuesta en forma de “concepto emocional”; por ejemplo, se hacían llegar las palabras “madre” y “ladrón” y la respuesta era “bueno” y “malo”. En cambio, era incapaz de definir el “concepto madre o ladrón”. Se demostraba, entonces, un procesamiento diferente entre “conceptos emocionales” y “no emocionales”.
Los “emocionales” podían ocurrir por vías subcorticales en tanto que los “noemocionales” no lo podían hacer. El hecho más relevante, si cabe, fue que cuando se le preguntaba a aquella persona con el cerebro dividido la razón de la conducta efectuada no se correspondía con la realidad, pero ella estaba convencida de la respuesta. Por ejemplo, se le pedía que “moviera la mano en gesto de saludo” y la respuesta era “porque saludaba a alguien que había visto”. Este hecho de explicar una conducta por razones distintas de la realidad
ha sido, ampliamente, documentada en múltiples experiencias como es el caso de la evocación de recuerdos que se relatan como reales con convicción a pesar de evidencias en contra como filmaciones de los sucesos recordados o el caso de la resolución de tareas cuyas estrategias de resolución creídas por el/la protagonista no son las reales. En la década de los 80, LeDoux y cols. describen, utilizando un reflejo condicionado de miedo soportado por la vía auditiva neurológica en un modelo experimental animal, el circuito funcional de las conductas de defensa ante el peligro. Con posterioridad, repetiría el experimento utilizando la vía visual. La
información accede al tálamo, primera estación obligada de paso, y desde aquí sale para la amígdala temporal, segunda estación cercana – vía corta – y para el neocórtex cerebral, segunda estación lejana – vía larga directa - a donde, también, llega la información procedente de la amígdala temporal – vía larga indirecta -. La información llega, pues, antes a la amígdala que al neocórtex.
Demuestran que tales conductas no requieren la integridad del neocórtex cerebral; es decir, en ausencia de neo-córtex cerebral se produce la respuesta.
Luego la conducta de defensa en respuesta al peligro tiene su origen en las estructuras sub-neo-corticales y el neocórtex supedita su acción según el principio de “lo mejor para garantizar la seguridad”. Esta manera de funcionar es una excelente “solución evolutiva” para garantizar la supervivencia ante el peligro. Los mecanismos neurológicos para responder ante el peligro existen desde el inicio de la vida; empezaron siendo reflejos o automáticos, por razones de simplicidad anatómica y funcional; fueron suficientemente eficaces para garantizar la continuidad de la vida y han persistido hasta la actualidad sin que hayan sido sustituidos por mecanismos más complejos o sofisticados, tal vez, porque el tiempo evolutivo transcurrido ha sido insuficiente para que las cosas sean de otra manera. Las respuestas automáticas siguen siendo más eficaces por precisión. Por ejemplo, si estoy a punto de ser atropellado, una rápida respuesta refleja de retirada de la vía pública es más eficaz que cualquier respuesta mediada por un acto reflexivo.
En el inicio de la década de los 80 se aportaron pruebas experimentales, también, de cómo tanto el dolor físico como el dolor psíquico determinaban liberación de las endorfinas. Actualmente, sabemos que ante una situación de peligro, primero se produce un estado de máxima alerta con máxima concentración – atención focalizada en el foco de peligro – y máxima sensibilidad dolorosa, estando mediada esta fase por la ACTH o adrenocorticotrofina. Segundos más tarde, este estado es sustituido por un estado de cierta analgesia “euforizante” con una atención no tan focalizada, pudiendo prestar atención al entorno, al objeto de ser capaz de pensar, razonar, y encontrar soluciones para salir de la situación de peligro. Esta fase es mediada por las endorfinas, substancias molecularmente similares a la morfina. El hecho de que dolor físico y dolor psíquico no sean discriminados es, también, una “solución evolutiva”. El tiempo transcurrido no ha sido suficiente para que las cosas sean de una manera más perfecta o sofisticada.
La perdurabilidad de las conductas de defensa adquiridas en memorización inconsciente o implícita cuenta con experiencias recientes como aquella en que creada una conducta de miedo mediante reflejo condicionado en ratas se vio que la misma implicaba la creación de una activación asociada de neuronas de la amígdala temporal. Con posterioridad, se anuló el reflejo condicionado, pero permanecía la activación asociada neuronal aprendida, cuando esta zona entraba en actividad por alguna razón. Luego, la memorización implícita persistía en forma silente.
Conductas muy diversas pueden ser consideradas conductas enmascaradoras y como tales ser objeto de diagnóstico – intervención según nuestro procedimiento. A modo de ejemplo: conductas antisociales, conductas agresivas, conducta de oposición, rabietas, conductas alimentarias, incluida la anorexia nerviosa y la bulimia, fobias, conducta depresiva, conducta obsesiva, conducta compulsiva, conducta tímida, conducta autista, conducta psicosomática de todo tipo, fracaso escolar, conducta hiperactiva con y sin impulsividad, etc..
Dedicaremos un comentario particular a una serie de conductas recogidas en la literatura científica catalogadas de conductas emocionales. Se tiende a denominar como emocional cualquier conducta “de carga emotiva” en su forma de expresión conductual sin que tal denominación obedezca a una explicación de mecanismo de producción neurológico. Así, puede ocurrir que una conducta denominada impulsiva se catalogue de emocional cuando su mecanismo de producción es fundamentalmente de base cognitiva. Según nuestra idea, la impulsividad como conducta es la consecuencia del fracaso controlador del procesamiento PASS planificación. Para nuestra concepción, una conducta emocional es aquella que reconoce un mecanismo de producción basado en el procesamiento de la sensación de peligro.
Otros tipos de conducta, hasta la fecha no explicadas en sus razones neurológicas y neuropsíquicas, pueden explicarse, entendiendo la interacción funcional cognitiva – emocional tal cual la entendemos. Es el caso de las estereotipias, la facies inexpresiva, la facies hipopsíquica explicables por un fracaso controlador de la planificación.
Información extraída de: http://www.fcarmevidal.com/userfiles/articles/article_16.pdf
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